
Después de una gran noche de jazz en Amsterdam y gracias a una pequeña placa, descubro, casi sin querer, donde murió exactamente
Chet Baker: en mi hotel y más concretamente, en mi cama. Busqué por toda la habitación a ver si había alguna pista -o algo de caballo- pero no. Sospecho que lo han limpiado todo hace ya mucho tiempo. Me he tomado un par de tragos a su salud, faltaría más. Al día siguiente me hice pasar por él. No coló.