
El caso es que no me gusta jugar con rusos al ajedrez -y a casi nada- porque, en general, son super técnicos y les encantan las Kalashnikov. En la antigua Unión Soviética, a los muy cabrones les enseñaban a jugar en la escuela, de pequeños. En cambio, en España, tenemos Educación para la ciudadanía e historias de esas y claro, así nos luce el pelo: seguimos siendo unos vándalos y además no tenemos ni puta idea de jugar al ajedrez. No obstante, esta vez al ruski le tocó morder el polvo. Dos partidas relativamente fáciles y el ruso pa´ Siberia. Y yo, como un Sputnik, a segunda ronda. Veremos qué pasa, aunque no prometo nada. Ya lo decía Lord Byron: La vida es demasiado corta para dedicarse al ajedrez.
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