El caso es, sencillamente, asqueroso. La casa no está mal, aunque podía ser un lugar maravilloso. Hay talleres literarios y de fotografía; cursos de cómo abrir cerraduras, sin llaves, claro; algunas litronas por el suelo; muchas puertas que abrir y muchos cuartos por explorar. Muchas cosas, en general, pero sobre todo hay un montón de personas con inquietudes. No sé exactamente qué quiere decir todo esto, pero lo cierto es que me alegra. Me hace sentir bien. Me hace pensar que hay cierta esperanza.
martes, 28 de octubre de 2008
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